¡Somos humanos!
Así gritaba repetidamente una joven siria atrapada en el infierno de Idomeni. Lloraba con desesperación como no dando crédito a que Europa pudiera ser tan cruel. Aquella Europa del Humanismo, de la Revolución Francesa, de los Derechos Humanos... Y lloraba gritando las mismas palabras: ¡somos humanos, somos humanos! Sin embargo, muchos de nosotros no somos humanos ni humanitarios, especialmente los dirigentes de esta mierda en la que se ha convertido Europa. Cuando hoy me entero de que ese taimado, cobarde y atrabiliario Presidente en funciones que tenemos ha negado la posibilidad de que el Ayuntamiento de Barcelona acoja en condiciones dignas a 100 personas huidas del horror, se me ha caído la humanidad a los pies, aunque seguro que él se ha venido arriba por haber doblegado a no se qué instancias catalanas, demostrando así su hombría política. ¡Que se vaya!. ¡Que nos deje vivir con dignidad!. Que se vayan todos aquellos que ya han perdido su humanidad en esta prueba de solidaridad histórica. La imagen de esa chica en la televisión gritando el horror no se me va de la mente. El gesto humano de Ada Colau, tampoco. Ni del corazón.