DESOLADO PAISAJE
Durante mi adolescencia yo era existencialista. La moda, sin duda, pero es que también me había leído 'La náusea' de Jean-Paul Sartre. El sentimiento dominante, a pesar de mi vitalidad, era el de la angustia, esa especie de nada viscosa que lo impregnaba todo, una niebla de la que emergían figuras y sucesos sin sentido en un mundo que no era alimento del alma, y un alma que flotaba como un pecio al que se iban adhiriendo espumarajos y basuras arrastradas por aguas pútridas.
Todo eso se desvaneció con el tiempo y fui creciendo con un talante optimista y arrollador que me impulsaba a crear un mundo mucho mejor, más bello, lleno de esperanza en el futuro, promesa de felicidad colectiva. Mi sentido crítico también se fue agudizando para detectar el mal en medio de la natural bondad humana, lo mediocre entre la pulsión creativa, la injusticia frente al quehacer laborioso de mujeres y hombres que sostenían la vida con sus manos, con sus quehaceres, las soledades de tantas vidas derrotadas en contraste con el deseo de comunión fraterna. No obstante, siempre creí que íbamos a mejor, por más que lo humano se debatiera entre ángeles y demonios, a los que acabaríamos por derrotar porque éramos más y éramos mejores. Hasta hoy.
Últimamente me invade un sentimiento y una percepción similares a mi existencialismo adolescente. El mundo avanza hacia un punto de no retorno. Se afianzan y extreman las desigualdades; las gentes sufren en una tierra que podría ser un paraíso; los de arriba, sin piedad ni rastros de compasión, martirizan a los de abajo, convirtiendo sus vidas en un reguero de impotencia, de frustración, de penas gratuitas para morir tan olvidados como lo fueron en vida.
La política y la economía se aúnan para jodernos la vida, para afianzarse sin resolver problemas, para ahogar nuestros gritos y arrebatarnos un futuro que se torna hostil y amenazante. La Naturaleza, antes cobijo y fortaleza, deviene sombría y vengativa, hace estallar su fiera violencia , desbordando nuestra debilidad, y hasta el Universo parece conjurarse contra nosotras y la vida.
¿Qué está pasando? Ya nadie vendrá a salvarnos ni a redimirnos. La tecnología, supuestamente liberadora, crece con un poder que acabará por devorarnos, nos esclaviza en nuestra dependencia, nos vuelve insomnes y ansiosos, alertas siempre por una información creciente que nos deja vacíos.
Cuando todo esto haya pasado, nosotras también. Y las vidas sin sentido conformarán el gran cementerio de lo humano, aquel humano que soñó la felicidad y acabó en la muerte antes de que llegara. Una muerte indigna en un mundo desalmado y triste.
Espero que sea un mal sueño.