EL DIVORCIO
La firma ante el juez, el pueblo, tuvo lugar con la arriada de la bandera española ante la aclamación entusiasta de los congregados en la Plaza de Sant Jaume de Barcelona. El divorcio se había consumado.
Lo bueno, esa sensación de alivio tras años de reclamaciones y enfrentamientos de las partes. Lo malo, que se trata de uno de esos divorcios "chungos", en los que una sabe que la cosa no queda ahí.
Ahora ha estallado la furia: la venganza del 155; los cachorros españolistas crecidos, destrozando todo con vivas de antaño y odio no contenido; las destituciones, las prohibiciones, la clausura de organismos, las condenas, la prisión para algunos. Las amenazas.
No me alegro por nada de eso. El pacífico pueblo de Cataluña no merece tanta zozobra, ni tampoco merece unos políticos que con trucos, trampas y patrañas sólo han pretendido salirse con la suya y pescar en río revuelto. Menos aún, la cerrazón absoluta ante soluciones dialogadas. Una pasividad enfermiza que ha echado por delante a fiscales, jueces, decretos ley, policías blandiendo porras con saña y hasta discurso partidista del Rey. Y todo con el apoyo de los hooligans de la política.
¿Y ahora qué? Kramer contra Kramer.
¿Qué harán los rebeldes? Supongo que una resistencia de desobediencia civil, que abrirá las fauces de un dragón amenazando con engullir un futuro incierto. Los que querían la revolución, ahí la tienen. Es su punto de partida más que de llegada.
En cuanto a los tibios, los indecisos, los equidistantes... creo que, en un asunto tan crucial, sus discursos y actitudes podrían haber sido más claros desde un principio, en lugar de las matizaciones constantes y el recurso manido a una democracia que está sin definir. Porque toda la cuestión de fondo es ésta: ¿Qué es la Democracia? ¿Quién la interpreta? ¿Puede reducirse a unas votaciones? ¿Puede existir una democracia no deliberativa y no participativa? ¿Es cierto que no existe democracia fuera de la ley? ¿Qué ley? ¿Coincide lo legal con lo legítimo? Este debate está por hacer.
La Democracia, por el momento, ha quedado reducida a una especie de alcahueta que arregla los asuntos y las urgencias de unos políticos que buscan sus intereses, sus votos y sus prebendas.